domingo, 12 de abril de 2015

[ 2' 20'' ] El mundo de John Katzenbach (Actualización 2023)





"No lo tomes a mal. Voy a tener que alejarme durante una larga temporada. Se trata de un encierro voluntario y sin fecha de retorno. Por suerte, no hay camisa de fuerza que impida tener una pluma en mis manos, ni muro lo suficientemente alto que evite dejar volar mi imaginación."

Lo que esconde nuestra mente puede llegar a ser aterrador, en ocasiones la guerra de (H)artículos inconexos, de pensamientos demenciales, de voces que llevan a actuar de forma irracional tienen como única vía de escape el suicidio. Y el suicidio no es el peor de los males, no es un final perfecto, pero, al menos, es un final honroso.

Prometo volver. No permaneceré eternamente encerrado. El día del juicio final se acerca y me encontrará maquinando nuevas historias, purgando todo el daño que he causado. Me aferraré a la vida solo lo justo para ver tu retrato en sangre pudrirse entre las rejas de algún centro psiquiátrico.

Recibirás el castigo por los pecados que yo he cometido, pues has dado con el hombre equivocado al conocerme. Sé que no es justo pero no es cuestión de justicia sino de redención. Y no es simple palabrería, lo dice la biblia: "Morirá todo primogénito (First-born) en la tierra de Egipto." (Éxodo 12:29) y te sentirás como "el otro chivo, el chivo expiatorio escogido de entre todo el rebaño para ser enviado al desierto." (Levítico 16:10). Tú has sido mi elección.

Mientras tú estés disfrutando al calor del verano yo me mantendré oculto en la penumbra, en silencio, esperando que cometas el mayor error, elegirme. Examinaré tu vida como el psicoanalista que escucha pacientemente, mientras dibuja formas incomprensibles en su cuaderno de notas y, cuando menos lo esperes, actuaré como el profesor que reprende a su mejor alumno sabiendo que le producirá dolor. Mi castigo será tan severo que dejará en ti una huella indeleble.

Tu eres el paciente que desea mantener en jaque al psicoanalista mientras te debates por discernir entre lo real y lo que tu mente imagina. Sigo aquí, observando cómo se desvanece tu existencia ante mis ojos. Y ten en cuenta que mi diagnóstico te llevará a residencias que encierran sus secretos bajo un manto de esquizofrenia colectiva. Allí, encontrarás cientos de personas desconocidas con miradas perdidas, deambulando por pasillos interminables y apresadas por puertas siempre cerradas con llave. Definitivamente... aquello es otro mundo.

¿Conoces la historia del loco que quiso huir tirándose por el acantilado? ¿Realmente es así como quieres acabar? Quizá sea tarde. Mientras devoras mis libros, notas mi sangre recorriendo tus venas, transportando adrenalina hacia tu cerebro. En la soledad de tu cuarto, tienes la confianza ciega de que saldrás vivo, únicamente, por mantenerte encerrado en una celda acolchada. 
¡No puedes estar más equivocado!

¡Estás perdido! Tu encierro deja de ser una opción para convertirse en una necesidad; eso es síntoma de que he conquistado tu mente. Por fin perteneces a nuestro club, el más selectivo, el club de los psicópatas. Quieres más, y yo suelto sedal mientras te enganchas con más fuerza en el anzuelo... ¡Ya no puedes escapar!

Sientes el nerviosismo que percibe el estudiante en época de exámenes. Una lucha contra el tiempo por asimilarlo todo. Surgen, entonces, períodos de placer y de temores irracionales. Los capítulos desaparecen como las traviesas bajo el tren. De vez en cuando, evades tu mente recreando juegos de ingenio en un intento infructuoso de eliminar tu desasosiego. Y, al final, rememoras la incertidumbre sufrida mientras buscabas tu nota en las actas de la facultad.

Intuyes que se acerca el fin como el corredor de fondo prevé la cercanía de la meta por el dolor de sus piernas. Sigues con el psicoanalista en la mira y, únicamente, la sed de venganza es la que te impide parar de leer. Tus labios se secan y sientes ese sabor agridulce anteriormente conocido. Quieres acabar, temes olvidar lo experimentado, cuentas las páginas que restan y, sin embargo, a estas alturas, realmente, no quieres dejar de sufrir. El tiempo se hace eterno, insoportable, lleno de inquietud. La peor época de tu vida, la más intensa, la mejor. ¡Toda una contradicción!

Relees la última frase y no hay vuelta atrás. Se acabó. La sombra lo envuelve todo. Cierras el libro. Lo miras. Quieres más. Piensas en lo vivido y, por fin, una sonrisa de satisfacción se dibuja en tu rostro.

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¡Ya sabes cuál será tu próximo reto!

Miras la estantería y allí se encuentra, esperándote, mi último libro.

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—¡Recuerda! Tienes un asunto pendiente conmigo...

...pagarás por mis pecados—

Escrito por Esteban Rebollos en homenaje y agradecimiento a John Katzenbach.


Esteban Rebollos (Abril, 2015)
Última actualización: Octubre, 2023


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Excelente escrito Esteban, también leo los libros de Katzenbach

Día de muertos tradición Mexicana dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.