domingo, 15 de noviembre de 2015

[ 3' 30'' ] Cuestión de Matemáticas



Sentado en una camilla de Urgencias, intento recordar cómo he llegado a esta situación. En mi historial médico solo figuran un par de intervenciones; una rotura de brazo cuando tenía doce años y una herida causada por metralla durante una escaramuza en combate. Por suerte, ninguna de aquellas lesiones me ha dejado secuelas.

«Eso creo»

No es la primera vez que me encuentro en una circunstancia parecida. A los diez meses de mi incorporación en el Ejército, me enzarcé en una pelea con un veterano y me defendí a navajazos. Un tribunal militar estudió mi caso y, para evaluar mi cordura, tuve que realizar un par de exámenes psicológicos. Aquello no afectó a mi carrera pero me gané un gran número de enemistades entre mis superiores.

«¡Que les jodan!»

Mientras espero, palpo mi cuerpo en busca de alguna zona dolorida. Intento discernir si mi dolencia es física o mental. Por suerte, un ligero escozor en la frente y un zumbido en los oídos confirman que mi cabeza aún rige perfectamente. Me consuela saber que no estoy aquí por haber perdido el juicio.

«¡Menos mal!»

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"Seis rehenes liberados y dos atracadores abatidos en un operativo de las Fuerzas Especiales. Ampliaremos la noticia en una próxima conexión." -escucho desde el televisor de la sala de espera.

-Ha sufrido un fuerte golpe y permanecerá en observación unas horas, ¿se siente bien? -me pregunta, amablemente, una joven enfermera.

-Solo un poco mareado. Nada importante. Pero, por favor, tutéame -le respondo con una amplia sonrisa mientras intento localizar mi herida.

-¡No, no te toques! -exclama- Te hemos dado siete puntos -. En ese momento, a través de megafonía, requieren sus servicios y, mientras se aleja, me dice: -¡Enhorabuena! ¡Qué suerte has tenido, soldadito!

Después de unos minutos, observo como se abre la puerta y entra un "capo"; sus galones le delatan. Intento incorporarme para saludar, pero la cabeza me da vueltas, mis músculos no responden y caigo, nuevamente, sobre la camilla.

-No se levante, soldado. ¡Vaya la que ha liado! -me dice en tono paternalista, mientras ojea el informe médico. -Ligero traumatismo craneal con posible amnesia temporal -le oigo susurrar entre dientes.

-¿Qué ha sucedido, mi capitán?

-Bueno, algo ya recuerda. Por lo pronto, sabe mi graduación. -replica mientras esboza una ligera sonrisa.

-Está claro que pertenece a "Operaciones Especiales", la élite. ¿De dónde ha salido usted?, y, por cierto, ¿cuál es su rango?

-No lo recuerdo, mi capitán. Ya sabe... nos quitamos los galones cuando estamos de misión.

-Al menos, ¿recordará dónde ha servido?

-Perdone, mi capitán. Me temo que eso no puedo decírselo.

-¿Qué no puede decirme, qué...?

-Lo siento. Se supone que son guerras en las que nunca hemos estado.

-Entonces, ¿qué coño hacían allí?

-Funciones de asesoramiento, mi capitán. -contesto con una sonrisa maliciosa.

-¡No me joda! ¡No me venga con hostias! Bosnia, Kosobo, Irak, a eso yo lo llamo "guerra sucia". -dice recalcando cada palabra -¿Acaso somos "hermanitas de la caridad"?

-Por supuesto que no, mi capitán. -respondo, pero esta vez, con tono airado.

-Así que... tenemos a un jodido "Boina Verde", salido de la nada, con equipo de camuflaje, armado hasta los dientes y con la cabeza en blanco. ¿Sabe dónde se ha metido? Sería más fácil pegarle un tiro que rellenar todo el papeleo que me va a ocasionar.

-¿Estoy arrestado, mi capitán?

-No, no lo está. Tengo órdenes de custodiarle hasta que vengan a por usted. ¡Se nota que cuidan de los suyos!

-¿Qué ha pasado, mi capitán?

-¡Joder, no me lo puedo creer! -exclama -Llega el puto "Rambo", le corta el cuello a un atracador, le pega un tiro a otro, y va, y no se acuerda. ¡Usted está muy jodido, pero que muy jodido!

-¿De veras? No lo recuerdo -acierto a decir, sin guardar el protocolo.

-Le van a poner una medalla de medio kilo por liberar a los rehenes y me pregunta ¿qué ha pasado? Seis rehenes, ni uno ni dos, ¡seis! -grita.

Por suerte, suena el teléfono, descuelga y, tras un minuto escuchando al interlocutor, le noto cierto nerviosismo al responder:

-Sí, señor. Inmediatamente.
¡A sus órdenes, mi general!

El capitán se gira hacia mí y dice, señalando mi equipo.

-Las armas se quedan. Ya se las mandarán cuando terminemos con el papeleo. ¡Venga, arreando! -me ordena, mostrando cara de enfado. -¡Márchese!, ya nos veremos. ¡Quizás sea yo quien le imponga la medalla! -dice, aunque no percibo mucho convencimiento en sus palabras.

-¡A sus órdenes, mi capitán! -exclamo mientras me cuadro ante él.

«¡Es hora de largarme! ¡Hay que zafarse!»

Me doy la vuelta, salgo rápidamente e intento recorrer los pasillos sin llamar la atención. Casi llegando a la salida, me cruzo con la enfermera que se despide de mí, lanzándome un beso.

«Tranquilo, soldadito, nos volveremos a ver» -imagino que me dice mientras la veo alejarse por el pasillo.

Una vez en la entrada del Hospital Militar, espero impaciente a que vengan a recogerme. Está oscureciendo y, aún así, siguen llegando unidades móviles para cubrir la noticia.

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-Joder, tío, estaba esperando que me sacases de allí. -le comento a mi binomio.

-Ha sido complicado localizarte. He tenido que hacer muchas llamadas y engañar a mucha gente. -explica con calma -¡Menos mal, que estaban demasiado ocupados con lo del atraco!

-¿Tienes todas las bolsas?

-Sí, están en el maletero. ¡Cinco millones a repartir!, ...ahora entre dos. ¿Por qué los mataste si pertenecían a nuestro batallón?

-Después te lo cuento, ¡Vamos, rápido!

"Noticia de última hora. El caso del atraco frustrado ha dado un giro inesperado. Según informa la policía, los atracadores han sido cuatro militares pertenecientes al Grupo de Operaciones Especiales. Las cámaras de seguridad muestran como dos de ellos fueron asesinados por sus propios compañeros en el interior de la sucursal. Brigadas policiales han iniciado la búsqueda de los dos soldados que huyeron con el botín." -escuchamos por la radio del 4x4.

El trayecto se me está haciendo interminable. Mi mente da vueltas a un pequeño problema matemático. Es hora de solucionarlo.

-¡Detente! ¡No me encuentro bien!

-¿Ahora? Falta poco para llegar, ¿no puedes esperar?

-Y a ti, ¿qué cojones te importa? ¡Para, ya!

Por fin, mi compañero detiene el "Humvee" en el arcén. No puedo esperar. Saco mi cuchillo de combate y, de un rápido movimiento, le rebano el cuello. Me mira con cara de asombro mientras ladea la cabeza.


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«¿Cinco millones? Cinco, no es divisible entre cuatro, ni tres, ni tan siquiera entre dos. ¡Joder, qué número tan malo de repartir!»


Escondo su cuerpo tras unos matorrales y prosigo mi camino; eso sí..., ahora, solo pensando en la joven enfermera.

Esteban Rebollos (Noviembre, 2015)


1 comentario:

Unknown dijo...

Me ha sorprendido y me ha gustado muchísimo.