lunes, 28 de diciembre de 2015

[ 2' 00'' ] Cuestión de color - Serie Maine (V)



Durante la guerra de Vietnam, Neil Tyson sirvió a su país trabajando como cocinero en el USS Forrestal, hasta que fue herido en una pierna por fuego amigo. Tras licenciarse, volvió a Maine donde solo encontró empleo como ayudante de cocina en una vieja cafetería.

La adicción a la bebida había hecho de Neil un hombre violento y pendenciero; eso, su apellido y sus más de doscientas libras de peso eran rasgos comunes con el boxeador Mike Tyson. En menos de dos años pasó de una vida placentera a quedarse viudo, perder el trabajo y ser desahuciado de su propia casa. Estaba claro que la mala suerte se había cebado con él. Desde hacía nueve meses dormía en alguno de los albergues de la ciudad, de donde salía cada mañana para mendigar por las calles de Bangor.

Sentado en uno de los accesos a Hayford Park pedía ayuda a todos los transeúntes que por allí pasaban. En las últimas horas apenas había conseguido unas monedas; hasta que un buen conciudadano recompensó su perseverancia con un billete de diez dólares. Solo entonces, pudo acercarse hasta la licorería a por alcohol para ahogar sus penas.

Una botella de bourbon, por favor. La más barata. —le pidió al empleado.

—¿Ya estás aquí? ¡La última vez me robaste! ¡Lo tengo grabado! —le espetó a Neil.

No se de qué me habla, es la primera vez que entro aquí —respondió posando el billete de diez dólares sobre el mostrador —Por favor, deme una botella de medio litro.

¡Lárgate de mi tienda! Y esto, —refiriéndose al billete —esto a cuenta de lo que me debes —le dijo el empleado mientras se lo guardaba en el bolsillo de la camisa.

Niel agarró la primera botella que encontró a mano y la rompió con fuerza contra el mostrador. Una esquirla de cristal saltó haciéndole un corte en el brazo. A continuación gritó:

¡Hijo de puta, dame la botella o te mato!

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Una alarma parpadeante en la comisaría indicaba que se estaba produciendo un atraco en la licorería de Hammond Street. En apenas un minuto, dos coches de policía llegaron a la puerta de la tienda y allí encontraron al hombre.

—¡Tire el arma!, ¡Échese al suelo! —le ordenó el segundo ayudante del sheriff, Paul Wesley.

¿Qué arma ni qué cojones? Mira la botella, gilipollas —dijo el joven mostrando claros síntomas de embriaguez.

A pesar de estar encañonado, decidió alejarse y hacer caso omiso a las órdenes del policía.

Once disparos hicieron impacto en su cuerpo y el joven negro cayó abatido en medio de la acera.

—¿Por qué le disparaste? ¡Estaba desarmado! —preguntó el sheriff Stalker.

—¡Joder, jefe, yo qué sé! ¡Se movió! —respondió el ayudante. 

¡Calma!, saca tu "tobillera" y pónsela en la mano —le indicó el sheriff.

—¡Y una mierda! —exclamó enfadado —¡No voy a perder mi revólver por este negro! 

¡Ten, ponle esto! —le dijo el sheriff, dándole una navaja que tenía guardada en el bolsillo trasero.

Neil, asustado por los disparos de la policía, decidió dejar la botella rota sobre el mostrador y salir con las manos en alto. Al atravesar la puerta, lo primero que vio fue el cuerpo sin vida del joven negro sobre un charco de sangre.

—¿Quién es usted? ¿Qué coño hace? —preguntó el ayudante Wesley al verle salir con las manos en alto.

—¡Casi nos mata! —exclamó —Yo sólo quería una botella de bourbon pero creo que después de esto... después de esto voy a dejar de beber.

Neil se alejó sin botella, sin sus diez dólares pero sabiendo que aquellas balas estaban destinadas para él. Esa noche, mientras se aseaba en el albergue, se fijó en la herida que tenía en su brazo. Estaba seguro de que esa cicatriz marcaría el inicio de una nueva vida; la segunda oportunidad que tanto necesitaba.

Por una vez había tenido suerte, pero no fue cuestión de azar sino por el color blanco de su piel.

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A la mañana siguiente, una breve reseña en las páginas de noticias locales del "The Bangor Daily News" informaba sobre la muerte de "otro atracador de raza negra" a las puertas de una licorería.



Esteban Rebollos (Diciembre, 2015)



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