domingo, 27 de diciembre de 2015

[ 2' 20'' ] La búsqueda - Serie Maine (IV)




...Sus manos no mienten. Usted es el padre de Claire ...¿Está muerta, verdad?

Sí, está muerta. Ahora ya está conmigo.

¡Por favor, Thomas, sáqueme de aquí!

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Uno de los coches patrulla de la ciudad de Derry aparcó delante de la "Mansión Bradley" y eso no podía ser un buen augurio. Thomas Bradley recibió la noticia del hallazgo del cuerpo de su hija justo antes de asistir a la iglesia. Se había refugiado en la religión con la esperanza de que sus plegarias contribuyesen a encontrar a Claire con vida, pero quedó claro que no había rezado lo suficiente.

El día del funeral estaba convencido de que algunas de las personas que le dieron el pésame habían sido cómplices de la muerte de su hija y en eso no estaba confundido. Su mujer, Anne Marie, adicta a los tranquilizantes desde la desaparición de Claire, al menos en público, no derramó ni una sola lágrima.

De todos modos, aquel día juró que no volvería a pisar una iglesia y no porque hubiese perdido la fe, sino porque lo que pretendía hacer no podía confesarse ni ser perdonado.

En los siguientes seis meses, realizó sus propias investigaciones, modificó su testamento, repartió sus bienes entre sus otros dos hijos y lo arregló todo para que, en caso de su fallecimiento, la familia quedase bien amparada. 

Leyó una vez más la carta que Robert Scott le había enviado, rezó una plegaria por su alma y decidió que aquel era el momento de empezar su pequeña cruzada. Seguía los pasos del profesor y, en su interior, intuía que tendría su mismo final.

Abrió el armero y extrajo una vieja escopeta junto con cuatro cajas de cartuchos corrientes. Si hubiese elegido cualquier otra arma, inevitablemente, llamaría la atención entre los expertos cazadores y, sobre todo, nadie en su sano juicio usaría cartuchos de diez dólares para cazar jabalíes en una zona como Rockland.  

Durante una hora, limpió y engrasó la escopeta, mientras recreaba en su mente los pasos que daría. Por primera vez en los últimos meses, esbozó una sonrisa.

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  —Una habitación individual, por favor —le dijo al recepcionista.

¿Para cuántos días?  —le pregunta éste.

Una semana, o poco más.

¿Cazador, no? En esta época tiene que sacar una licencia especial, le informarán en la oficina del sheriff.

Dio las gracias, recogió la llave y se dirigió rápidamente hacia su habitación. Debía descansar para afrontar sus próximos pasos.

Al día siguiente, se personó en la oficina del sheriff para realizar los trámites de la licencia de caza. En su documentación constaba el nombre de Thomas Manson, un antiguo compañero de clase, constructor y residente en Concord. Ya nadie en el pueblo desconocía su presencia. ¡Todo estaba en orden!

El primer día de caza decidió emplearlo únicamente a entablar relaciones con los lugareños. Ese día no quiso llamar la atención, para ello, incluso, dejó escapar a un ciervo del punto de mira de su escopeta. En cambio, el segundo, dio caza a un formidable jabalí que, tras hacerse la foto de rigor, regaló a un restaurante a cambio de una cena para cuatro. ¡Una buena forma de hacer amistades!

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Por cierto, ¿dónde se puede tomar una copa en buena compañía? —dijo mientras degustaban el postre. Su intención era sacarlos del restaurante y visitar el burdel.

Cerca de aquí hay chicas jóvenes y bonitas —su plan dio resultado —¡Vamos, Tom! —y, entre risas y carcajadas, hacia allí se dirigieron.

Fue el primero en entrar al "King´s Cross" y notó el peso de las miradas de todos los que allí se encontraban. Más tarde, el hecho de ir acompañado disipó la curiosidad de los presentes. Distinguió, incluso, alguna cara conocida del grupo de caza de la mañana y, en unos pocos minutos, ya se encontró mucho más cómodo.

A una orden del jefe de sala, dos chicas se acercaron para ofrecerles su compañía. Tras una breve presentación, Thomas y una de las chicas se sentaron en un reservado. Ella le cogió las manos y, en ese instante, supo que él estaba mintiendo.

¿Constructor? Usted no ha sujetado una pala en toda su vida. Sus manos no mienten. Es el padre de Claire —dijo la chica susurrando.

Sí. No me descubras —respondió él

Sabía que vendría. ¿Está muerta, verdad?

Sí, está muerta. Ahora ya está conmigo.

¡Por favor, Thomas, sáqueme de aquí!

¿Tienes quien te cuide cuando salgas de aquí? —preguntó Thomas.

No, no tengo a nadie. —respondió ella.

¿Has oído hablar de Derry?... Puedes quedarte con nosotros el tiempo que quieras. Ahora, allí tienes tu familia. 

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Quince días después, el informe del perito judicial determinó que el incendio del "King´s Cross" había sido intencionado. En uno de los almacenes de bebidas, la policía encontró los cadáveres de los dueños del local. Nunca más se volvió a saber de las chicas. Ahora, todas estaban a salvo.



Esteban Rebollos (Diciembre, 2015)



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1 comentario:

LETRAS ROSA dijo...

Yo también habría hecho lo mismo que Tom. Me gusta ese estilo que tienes cuando estás en terreno de detectives buenos y corruptos. Lo leo como si viera una peli.