martes, 29 de diciembre de 2015

[ 2' 20'' ] Una segunda oportunidad - Serie Maine (VI)




¿Crees en una segunda oportunidad?
En la segunda, sí. Ya lo dice la Biblia, debemos ser misericordiosos.

¿Y en una tercera? 
De esa no dice nada la Biblia. En esa le rompería las piernas.


<<<<<>>>>>

Rachel cambió su apellido de soltera, Dawson, por otro mucho más corriente. Por amor, no le importó pasar a llamarse Rachel Williams. A su marido, Alan, le había conocido hacía nueve años en una cena, irónicamente, en el Día de Acción de Gracias.

Durante los dos primeros años, habían permanecido unidos a pesar de los continuos problemas económicos que tuvieron que soportar, pero la situación se volvió insostenible con la llegada de la pequeña Alexis a la familia.

La primera vez que Alan golpeó a Rachel, consiguió convencerla de que lo había hecho por su bien, por lo mucho que la amaba. Pero las siguientes, simplemente, la dejaba llorando mientras él ahogaba sus problemas pegado a la barra de un bar; siempre, en buena compañía.

Al regresar a casa, oliendo a bourbon barato y perfume de otras mujeres, las cosas empeoraban aún más, hasta el punto de que Rachel tuvo que salir huyendo con la pequeña en brazos, en más de una ocasión. Al día siguiente, y tras pedir perdón, las aguas solían volver a su cauce.

<<<<<>>>>>

Sra. Williams, lo siento, la ley me obliga a informar a la policía sobre sus lesiones.

Le aseguro que no es lo que se imagina. Resbalé en la cocina y me golpeé contra una silla.

Sí, ya veo en su historial que es muy propensa a los accidentes domésticos.

<<<<<>>>>>

Una llamada, de un viejo compañero del Departamento de Policía de Concord, informaba a James Dawson de la denuncia presentada por el New Hampshire Hospital en el que aparecía, una vez más, el nombre de su hermana.

No le importaba enfrentarse a una sanción administrativa por salir del condado de Bangor sin autorización o, incluso, perder su puesto de trabajo con tal de terminar con aquella situación de una vez por todas. Había intervenido en muchos casos de violencia doméstica pero aquel no era otro más, aquel se había convertido en un asunto personal.

Cuando el coche patrulla salió derrapando del aparcamiento de la comisaría, el reloj del salpicadero marcaba las 16:05. Llegaría a tiempo solo si no levantaba el pie del acelerador y el exceso de tráfico en hora punta no se lo impedía. Al menos, siempre tendría la oportunidad de abrirse paso usando la sirena. En apenas cuarenta minutos recorrió el camino hasta el aserradero en donde trabajaba su cuñado. 

Cuando Dawson frenó delante del viejo portón, salió del coche patrulla, escopeta en mano, dispuesto a matar a su cuñado si fuera necesario. Entró, como un toro, en busca de Alan.

Allí lo encontró, trabajando con la sierra circular mientras desbastaba grandes troncos para fabricar tablones de madera. Alan no vio venir el golpe que el policía le dio con la culata de su escopeta y cayó de rodillas, golpeándose con la máquina en la frente. James tiró del brazo derecho de Alan y gritó:

Ya te faltan dos dedos, pero te voy a cortar la mano con la que golpeas a mi hermana.

Por Dios, James, te juro que no he hecho nada.

Dawson acercó la mano de su cuñado a los dientes de la sierra empezando a cortar el guante de serraje.

¡James, no lo hagas! ¡Creéme! Nos hemos separado. Hace dos meses que no veo a Rachel. ¡No lo hagas, James!

<<<<<>>>>>

Rachel, a pesar de la férrea oposición de su hermano, decidió darle una segunda oportunidad a su marido. Tres semanas después, Alan volvió a ver a su hija y el mes siguiente, abandonó la habitación de alquiler para regresar a la casa familiar. 

Aquel año, celebraron el décimo aniversario, rezando todos juntos antes de la cena del Día de Acción de Gracias. Quizás, con un poco de suerte, no sería el último que se reunirían. Al menos, esa situación, sirvió para mantener a los "Dawson" y a los "Williams" más unidos.
  
De vez en cuando, James abre el cajón de su escritorio y mira la caja en donde tiene ocho balas de punta hueca. Entre ellas, una reservada para sí mismo, otra para Alan, por si no cumple su promesa y otras seis, también, con el nombre de su destinatario.



Esteban Rebollos (Diciembre, 2015)



Volver al "Índice de relatos".

Volver a la "Página principal".




No hay comentarios: